lunes, 29 de noviembre de 2010

miércoles, 27 de octubre de 2010

Fuerza Cristina

Mucho dolor


Literatura y política

sábado, 16 de octubre de 2010

Bajo la luz... de la luna gigante


Un escritor es el que puede terminar lo que empieza. Eso me lo dijo Lamberti y que a su vez se lo había dicho Terranova.

Yo estoy escribiendo una novela desde que tengo memoria y cuando me falta tan poco no sé cómo terminarla. No importa chavones pistolas. Le voy a meter para adelante y despuès se verá, ojala todo se vaya acomodando.



Estuve casí un mes para leer Cicatrices de Saer. Antes me habìan prestado Nadie nada nunca y no lo pude terminar.

Me costó Cicatrices, pero lo disfruté.



Apenas terminé con Saer me puse a leer Hiroshima de Terranova. Me encantó. Hay un personaje al que llaman el Guardían y es genial.

Mientras leía esta novela pensaba en mis viejos amigos a cada rato. Yo también me hubiera tirado abajo de un tren por ellos.-



Hace una semana pregunté por El Mató a un policía motorizado. Me había llamado la atención el nombre. Escuché un par de temas en lo de un amigo que me contó un poco de la banda. Me dijo "el chavón escribe muy bien".

En mi casa busqué sus temas por You tube y ahora no puedo dejar de escucharlo y cada vez me dan más ganas de verlos tocar en vivo. A veces me imagino en un recital de El mató saltando y gritando Mi próximo movimiento y todo bajo la luz de la luna gigante.-




lunes, 13 de septiembre de 2010

sábado, 11 de septiembre de 2010

Un bar de putas

Apunta con el taco la bola. Sus pechos casi rozan el paño. Atrás dos tipos que toman cerveza con whisky le miran el culo. A Milagro le encanta y se queda un rato largo friccionando el palo entre sus dedos. Luego golpea y las bolas salen hacia todos lados y una rayada entra en el agujero del medio.
El bar queda sobre Colón, pasando Maipú. No sé cómo se llama pero a Milagro le encanta, siempre me dice que es su lugar. Yo, lo único que sé; es que este bar está lleno de putas.
Cerca de la puerta cinco chicas jóvenes y una señora esperan sentadas que algún cliente se acerque. Nunca pregunté los aranceles, pero me gusta ver los arreglos: por lo general un auto o una camioneta se detiene en la puerta, un hombre baja, la señora se levanta, le da un beso, apunta a las chicas, las chicas sonríen, el hombre discreto le dice algo al oído, paga, la señora vuelve al rincón; la elegida se levanta, acomoda su pollera y de la mano del cliente deja el lugar.
Milagros pierde la partida. Toma un fondo blanco y se va al baño. Uno de los pibes de la mesa del frente la sigue. Me quedo sentado y pienso en Laura. A ella la conocí en el puterio de la vuelta. La esperé a que terminara su turno y nos vinimos a este mismo bar a tomar un café. La ciudad estaba despertando y ella olía a sexo. La llevé a mi casa y cuando desperté ya no estaba. Se había llevado la guitarra y el dvd. Esa noche volví a buscarla y una de sus compañeras me dijo que la habían echado por ladrona.
Algunas noches, imagino verla entrar, el barman me dijo que muy de vez en cuando la suele ver. Yo, la sigo buscando.-

martes, 7 de septiembre de 2010

Feria del Libro


Gente amiga, mañana Nudista se encarga del Stand de Libros Son que está ubicado en el patio del Cabildo.

Las personas que aún no tienen ningún libro Nudista, esta será una gran oportunidad, y si ya compraron vengan lo mismo que hay libros buenisimos y además muy buena onda


Yo voy a estar a partir de las 19, si tienen ganas de conversar los espero


viernes, 3 de septiembre de 2010

“YO ESCRIBO PORQUE A VECES LAS HISTORIAS ME TALADRAN LA MENTE Y NO PODRÍA VIVIR CON ESA TORTURA”


La gente de Bitàcora de vuelo me hizo una entrevista. Lindas preguntas de Soledad Graffiña, hermosa foto de mi amiga personal Fernanda Papa

jueves, 2 de septiembre de 2010

Conventillos de estudiantes en Nueva Córdoba


Rosa Bertino, una periodista de la Voz del Interior, citó a Despiertenme... en su columna de los días sàbados

Yo todavía sigo sin entender

Lean y vean si ustedes la comprenden

acá la nota

martes, 31 de agosto de 2010

Crìtica publicada en Ciudad X. Por Flavio Lo Presti


Elogio de la inmadurez

Entre sus méritos, Despiértenme cuando sea de noche suma el de darle existencia a mundos cercanos y literariamente intactos de la vida cordobesa y salteña: burdeles “cariñosos”, la noche desenfrenada de Nueva Córdoba, las salas de profesores de los colegios rurales, las piezas oscuras en donde los jóvenes tratan de sacudirse con juguetes rabiosos (el sexo, las drogas) la modorra de los más o menos pobres.
De todos modos, el exotismo relativo de esos mundos no conduce al regodeo en detalles sórdidos y extravagantes (detalles sórdidos hay, pero son insoslayables) ni a la explotación del potencial cómico de los estereotipos, sino que deja lugar a una escucha atenta de lo que les pasa a los personajes. En “El suplente”, por ejemplo, un profesor novato queda a merced de alumnos de secundaria que pasan por encima de su inexistente autoridad, mientras se involucra en un conflicto grave: el efecto en la salud pública de las fumigaciones sojeras. El relato no se burla de sus criaturas (ni de los profesores grises, ni de los alumnos embrutecidos por el hacinamiento y el sinsentido escolar, ni de las saludes quebradas por el Round up) y en cambio se sostiene en un matiz que, constante en el libro, les da a los acontecimientos un relieve de vida y autenticidad: la sensación de dolorosa inmadurez del que narra.
De hecho, los narradores de Martínez están casi siempre en un delgadísimo equilibrio que tiene que ver con la falta de poder, una sensación de indefensión y precariedad que hace vibrar los relatos con la amenaza del desastre, incluso a pesar del humor.
El caso testigo de esa inminencia es un cuento un poco tremendista al que Fabián Casas señaló en el prólogo como “pequeña obra maestra”: “Delivery’s”. En él, la orgía publica que se desata en Nueva Córdoba todos los fines de semana (una mezcla de frenesí, alegría siniestra y guerra de clases) es enfocada desde el punto de vista de los que exponen hasta la vida para que los hijos de la clase media alta vivan cómodos. Mientras mueren deliverys y nadie hace nada, el alcohol y la frustración van calentando la noche en una dirección fatal, y a pesar de los brochazos con que está construido el final, el preciso dibujo de sus personajes y el efervescente despliegue de su anécdota hacen de “Delivery’s” un punto alto del libro.
El otro pico es, sin dudas, “Estaba solo y yo lo acompañaba”. Hace falta osadía para escribir, en clave realista, un relato en el que un grupo mixto de jóvenes norteños, amenazados por el tedio, deciden experimentar anárquicamente con el sexo bajo la mirada espantada del pueblo represor que los rodea. Una especie de miniatura beat incompleta, con padres demasiado presentes, con el fantasma de la desaparición social detrás de una cadena de transgresiones que son como felices manotazos de ahogado. El relato es otra muestra de la condición doble que la migración estudiantil le impuso a Martínez, salteño y cordobés. De esa existencia doble hay registro también en “Llueve en Tartagal”, que parece la continuación de “Estaba solo…” y que nos golpea con sus imágenes líricas de la inundación, después de pasearnos por la desesperado y violento entregarse al presente (de nuevo las drogas y el sexo) de sus personajes.
Por supuesto, la inmadurez se traduce en errores, pero Despiértenme… es un libro valiente y lleno de entusiasmo, asistido por el acierto de hacer visible, en la escritura, el escenario que nos rodea, que nos agita y nos asfixia, pero que está oculto atrás de la costumbre.

Despiértenme cuando sea de noche, por Fabio Martínez, Ediciones Nudista, 123 pág.

lunes, 30 de agosto de 2010

Realismo

Esta nota salió en la Voz del Interior. La verdad que fue un orgullo estar al lado de escritores tan grosos.
Muy agradecido con Emanuel Rodriguez.
Para los que no la layeron, pasen y lean

Jueves Malditos


De aquel jueves recuerdo un pasillo largo y oscuro, una chica en la puerta que cobraba la entrada. Una pieza con personas paradas, apoyadas en la pared viendo un televisor de 14 pulgadas con un video donde explotaban bombas una y otra vez, una y otra vez. No exagero.
Otra pieza, videos de gente que se quitó la vida. La historia de un jugador de Belgrano, las manos temblorosas de un portero de edificio que no puede sostener su poesía. Los Poemas del Zorro Monsalvo.
Mi amigo Tito, que sabe de estas cosas me dijo que esos son los mejores lugares para leer: veinte personas a tu alrededor, una luz que viene desde arriba e ilumina tu texto y el sonido de tu voz relatando una historia.

martes, 27 de julio de 2010

Gracias Diego


Ahora; no nos queda otra que salir en caravana a Rosario a pedir para que vuelva el poeta del fútbol.

viernes, 16 de julio de 2010

En Salta

No falta nada para dejar Salta. Afuera sigue nevando y yo le compré un gorro de lana a un taxista que me dijo que hoy era su mejor día.
Salta no estuvo tan bien, como lo suele estar para mí.
Nunca me gustó la capital de mi provincia y creo que a ella tampoco le agrado.

En la presentación hizo mucho frio, no solo afuera, sino también adentro. Los salteños compraron re pocos libros, eran cinco y compraban apenas un libro, eran tres y pasaban de largo, yo le regalaba alfajores de maicena para convencerlas, pero no había caso. Me volví con las bolsas llenas.

Lo mejor de la noche fueron las poetas de Jujuy. Llegaron, compraron, se tomaron un buen vino, comieron, escucharon y como si fuera poca cosa me regalaron sus libros. Poesía potente, hermosa, exacta, divina.
En Córdoba, de noche, cuando este solo, seguro me voy a acordar de ellas.-

Conocí a un par de escritores de la capi, pero no pude hablar demasiado, yo tampoco estaba con un buen día.

Hay una idea brillante dando vueltas por la cabeza de Maigua. Eso es todo lo que puedo decir.

Mañana regresó a Córdoba.
Vuelvo a escribir y a leer.

viernes, 25 de junio de 2010

martes, 22 de junio de 2010

Hace falta confianza y mucho tiempo

jueves, 27 de mayo de 2010

Te recordaré en la Habana


Lo conocí en la facultad. Me tomó un exámen final. Me mostró una foto con un cielo infinito. No supe que decir. Me puso un nueve y por un tiempo no lo volví a ver.

En el colectivo nos cruzamos de nuevo. Vivíamos cerca, cuando yo aún vivía con mis viejos.
El me hablaba de su novela, me decía que los editores habían ganado mucha plata con ella. Me contaba de sus proyectos. Siempre preguntaba que estaba leyendo y me invitaba a su casa. Más de una vez tuve ganas de llegar a su puerta, tocar el timbre, entrar a su living, descorchar un vino, servir unas copas y sentarme a conversar con él. Mostrarle mis cuentos, pedirle su opinión y escucharlo. Mirar sus fotos, su biblioteca y llevarme a casa autores cubanos. Nunca lo hice y eso que vivía a cuatro cuadras, y en bajada.

Siempre estaba de buen humor, sólo cambiaba cuando comenzaba hablar de Cuba. Una vez me retó por no ir a una charla en la feria del libro sobre un momento historico de la revolución. "Lo que te perdiste chico, lo que te perdiste chico", me dijo más de cinco veces.

Tomás nunca fue mi amigo, pero le tenía un gran aprecio. Siempre que lo encontraba en la calle me gustaba conversar con él.

Hace mucho que no lo veía. Hoy mandé muchos e-mail preguntando qué le había pasado. Un amigo me mandó un link de un diario de la ciudad. Fue triste leer la noticia.

Estoy seguro que esta noche voy a soñar con la fotografía y ese cielo infinito.-

domingo, 16 de mayo de 2010

Cuento publicado en la Voz del Interior


La manera de ver las cosas también cambia



Yo era de esos chicos que pensaban que las novias deberían ser puritanas, fieles y no salir a emborracharse de noche ni fumar de día.

Cómo me gustaría que seas como esas chicas que andan en bici de tarde y ven películas románticas antes de dormir, le decía a mi novia; pero ella se subía al primer auto que veía, prendía un pucho, bajaba la ventanilla y tiraba el humo en forma de argollas.

Una noche de carnaval con el aerosol de agua nieve en la mano me dijo que ya no quería salir más conmigo. Antes de irse me tiró nieve en la cara, me regaló una última sonrisa y dijo: no te pongas mal, changuito.

La volví a ver un montón de veces, el lugar donde vivíamos era chico, y la cruzaba siempre en los videojuegos.

En Córdoba, el fotógrafo hablaba un poco del fin del mundo y mucho de sus proyectos.

Éramos cuatro en un resto bar lleno de luces, detalles y gente. Pato se entusiasmaba con el 2012 como siempre lo hizo desde la secundaria. Jorge y yo escuchábamos y preferíamos el fin del mundo antes que los proyectos del fotógrafo. Hablaba mucho de progreso y de no ser un fracasado. Esa noche comimos y tomamos varias cervezas. Pato con dos vasos y un trozo de pan recreó el sol, la luna y la tierra. En esa cena me gasté los últimos pesos que me quedaban en el mes y volví a casa en colectivo. Me arrepentí de no haberle preguntado a Pato por Tartagal y por ella.

Los días de semana volvía tarde del trabajo. El farol de afuera prendido; adentro, la casa silenciosa y oscura me esperaba. Cerraba con llave y como cuando era niño prendía todas las luces a mi alcance. Algunas cosas nunca cambian. En la cocina mamá me dejaba la comida lista. Cenaba solo y a veces sentía que algo me faltaba.

Una vez volví a mi pueblo y pasé por el lugar donde estaban los videojuegos y ahora funciona una heladería. Seguí mi camino y me senté en uno de los bancos de la plaza.

Prendí un cigarrillo y miré los autos y las motos que pasaban. Saludé a algunos conocidos de manera fría, sin dejar el banco, apenas levantando mi mano y esperé. Me quedé hasta tarde. Ella nunca pasó.

En el viaje de vuelta me convencí a mí mismo de que yo tampoco la quería ver. Las cosas cambian, me dije, y me tiré a dormir apoyando mi cabeza sobre la ventana.

lunes, 26 de abril de 2010

martes, 6 de abril de 2010

Sarna

Tengo erupciones en los brazos, en el pecho, en la espalda que dejan marcas en mi piel.

En el centro de salud una doctora se pone un guante de latex y apenas me roza. Ella cree que es sarna.

De noche me rasco hasta sangrar y las pastillas me duermen. Me quedo sin palabras en medio del almuerzo y me arrastro hasta el sillón y duermo. Antes de cerrar los ojos siento que soy un perro viejo que busca su rincón en la casa.

Me alejo de mi compañera, me alejo de mi hijo. Las heridas son solo mías.

Vuelvo a trabajar. En los recreos hablan en voz baja de mi situación. Me miran de reojo, buscan las marcas en mis brazos pero yo me escondo. Me quedo solo en la biblioteca llena de cajas con libros embalados que tal vez nunca nadie va a leer. La directora me pregunta cómo me siento.
Antes de irme me piden que no vuelva.

Aprovecho el tiempo y leo revistas culturales, diarios deportivos, poesías de los noventa y todo vuelve a Casas. “Lo único que podemos hacer es superar a nuestros padres o despertarte a mitad de la noche y ver en el otro lado de tu cama a tu mujer llorando es una experiencia importante”.

En el colchón lleno de polillas sacó de mi cabeza la poesía y vuelvo a rascarme con desesperación como queriéndome arrancar la piel.

Las heridas se abren, arden y sangran.

lunes, 15 de febrero de 2010

De un lado al otro








Decidí no viajar a Tartagal este verano. Decidí quedarme en Córdoba a escribir.
En un momento del mes de enero cuando la humedad no daba tregua y Córdoba daba asco me quedé solo. Sin hijo, sin madre, sin amigos, sin palabras.
Me dije a mi mismo, si no podés escribir, lee. Busqué el libro de Sonia Budassi del cual no había pasado de la primera página en mis anteriores intentos y con ganas me di cuenta que era exigente por lo menos para mí, y le metí huevos y me ecantó. En casi todos los cuentos sus personajes femeninos lloran y se le vienen a la cabeza cientos de pensamientos en menos de una página mientras una historia concreta hace avanzar el relato.
Como aspirante a escritor me sirvió mucho, tal vez pensé en ese momento que ella tenía todas las palabras que a mí me faltaban.
Cuando iba por el quinto cuento extravié "Los domingos son para dormir". Lo busqué por todos lados y no lo encontré. Me quería morir, había perdido a Sonia Budassi en mi habitación cuando más me gustaba y no la podía encontrar.
Como me di cuenta que lo de la lectura funcionaba antes de quedarme sin amigos, le pedí a uno que me prestara unos libros de Stephen King. Me dio dos: Las cuatro estaciones y Corazones en Atlantida.
Lei "El cuerpo", me gusto mucho pero me pareció que le sobraban muchas hojas. Mi amigo por e-mail me explico que así era King. "El Metodo de respiración", el segundo cuento de las Cuatro estaciones me aburrió al principio pero al final se puso buenisimo. Y esa misma noche que lo terminé tuve la peor de las pesadillas. Se los recomiendo a todos.
Corazones en Atlantida me voló la cabeza. La verdad que no podía parar de leer. No escribía por seguir leyendo, era como la cocaina en las noches de poker. Mi amigo me dijo que así deberían ser todos los libros y que King es un camino sin retorno.