Memi, mi cuñada, deja el auto en la puerta de casa, se baja con la torta en los brazos y toca el timbre. Abro la puerta y le sostengo la torta, ella me pide que la acerque a casa. Afuera un flaco mira el auto, eh, le grito, con una piedra revienta la ventana del conductor y los vidrios quedan desparramos en toda la vereda y el asiento. Estira la mano y saca la cartera. Grito de nuevo, dejo la torta tirada en la mesa y lo corro. El flaco sale a toda velocidad hacía la esquina, allí lo espera un amigo y los dos corren por el descampado y se meten a la única calle que queda de lo que fue: la villa “el bordo”. Pienso en entrar, pero vuelvo a pensar y no lo hago.
- Todos los días pasas por acá, como nos vas a robar… la cartera devuelvan por lo menos, grito.
Me doy vuelta y lo veo a mi viejo y a mi primo que vienen atrás. Lo espero y entramos al callejón. Es amplio, hay casas a los dos costados. Un viejo está parado al lado de su alambrado. Le preguntamos por unos chicos, solo queremos los documentos, decimos, recién salgo, responde. En la punta hay una casa abandonada. Al lado otra, que están pintando. Avanzamos un poco más, pero decidimos volver, nadie va a decir nada.
Memi llora, siente impotencia, la policía llega, hacemos la denuncia. El oficial en una hoja vieja anota las cosas que había en la cartera. Tarjetas de crédito, trescientos pesos, el celular y papeles, muchos papeles. Mi hermano me habla para saber que pasó, que cagada dice mi viejo.
El policía me pregunta como es el tipo. Lo describo: flaco, morocho, de remera gris y con gorra. En su libreta anota los rasgos que le dije. Se van. Al rato vuelven, me hablan, me dicen que a la vuelta otro móvil tiene a un pibe con las características que di.
- A la vuelta, sobre Dean Funes, otro móvil tiene a un pibe con las características que diste, me dice el oficial.
- Te animas a ir, me pregunta el otro.
- Si, vamos, le digo.
Me subo a la camioneta de la CAP. Nunca antes había estado en un móvil policial. Damos la vuelta y paramos en la esquina, para que lo podamos ver y él no me vea. Un flaco está con la moto estacionada a un costado y las manos arriba de la chata masticando bronca. Lo entiendo, no es él, es más flaco, este es musculoso, digo.
Un llamado de radio y lo sueltan.
La tarde pasa y no hay noticias de los pibes que rompieron el vidrio y sacaron la cartera de mi cuñada.
- ¿Y?, me preguntan cuando vuelvo.
- No era, este era más musculoso.
- Todos los días pasas por acá, como nos vas a robar… la cartera devuelvan por lo menos, grito.
Me doy vuelta y lo veo a mi viejo y a mi primo que vienen atrás. Lo espero y entramos al callejón. Es amplio, hay casas a los dos costados. Un viejo está parado al lado de su alambrado. Le preguntamos por unos chicos, solo queremos los documentos, decimos, recién salgo, responde. En la punta hay una casa abandonada. Al lado otra, que están pintando. Avanzamos un poco más, pero decidimos volver, nadie va a decir nada.
Memi llora, siente impotencia, la policía llega, hacemos la denuncia. El oficial en una hoja vieja anota las cosas que había en la cartera. Tarjetas de crédito, trescientos pesos, el celular y papeles, muchos papeles. Mi hermano me habla para saber que pasó, que cagada dice mi viejo.
El policía me pregunta como es el tipo. Lo describo: flaco, morocho, de remera gris y con gorra. En su libreta anota los rasgos que le dije. Se van. Al rato vuelven, me hablan, me dicen que a la vuelta otro móvil tiene a un pibe con las características que di.
- A la vuelta, sobre Dean Funes, otro móvil tiene a un pibe con las características que diste, me dice el oficial.
- Te animas a ir, me pregunta el otro.
- Si, vamos, le digo.
Me subo a la camioneta de la CAP. Nunca antes había estado en un móvil policial. Damos la vuelta y paramos en la esquina, para que lo podamos ver y él no me vea. Un flaco está con la moto estacionada a un costado y las manos arriba de la chata masticando bronca. Lo entiendo, no es él, es más flaco, este es musculoso, digo.
Un llamado de radio y lo sueltan.
La tarde pasa y no hay noticias de los pibes que rompieron el vidrio y sacaron la cartera de mi cuñada.
- ¿Y?, me preguntan cuando vuelvo.
- No era, este era más musculoso.