No falta nada para dejar Salta. Afuera sigue nevando y yo le compré un gorro de lana a un taxista que me dijo que hoy era su mejor día.
Salta no estuvo tan bien, como lo suele estar para mí.
Nunca me gustó la capital de mi provincia y creo que a ella tampoco le agrado.
En la presentación hizo mucho frio, no solo afuera, sino también adentro. Los salteños compraron re pocos libros, eran cinco y compraban apenas un libro, eran tres y pasaban de largo, yo le regalaba alfajores de maicena para convencerlas, pero no había caso. Me volví con las bolsas llenas.
Lo mejor de la noche fueron las poetas de Jujuy. Llegaron, compraron, se tomaron un buen vino, comieron, escucharon y como si fuera poca cosa me regalaron sus libros. Poesía potente, hermosa, exacta, divina.
En Córdoba, de noche, cuando este solo, seguro me voy a acordar de ellas.-
Conocí a un par de escritores de la capi, pero no pude hablar demasiado, yo tampoco estaba con un buen día.
Hay una idea brillante dando vueltas por la cabeza de Maigua. Eso es todo lo que puedo decir.
Mañana regresó a Córdoba.
Vuelvo a escribir y a leer.
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