martes, 24 de junio de 2008

Lágrimas, primera parte


Falta una semana para que comiencen las vacaciones de invierno. Hay que cerrar promedios, evaluar, aprobar y desaprobar.

Hoy, me levanté a las cinco y media de la mañana. Con frío me cambié y con mucho sueño salí hacia la Terminal. En las calles no había nadie, solo un taxi que me hizo señas de luces para ver si lo tomaba. Con la cabeza dije que no. Puse la radio en el celular y caminé.

El colectivo tardó en llegar. Lo esperé adentro para cubrirme del viento helado.
Dormí todo el viaje. El Director que había subido una parada más adelante me tocó el hombro para que me levantara. Medio dormido bajé del colectivo. La escuela todavía estaba cerrada y totalmente a oscuras. Los chicos esperaban amontonados cerca del portón. El directos sacó la llave y abrió el portón y después la sala de profesores. Entramo junto a la Profe de Psicología, que sin haber cruzado una palabra con ella me parece que antes de ser profesora y psicóloga fue modelo o reina provincial de la primavera por lo menos. Es demasiado linda, tan linda que uno, ni la mira porque sabe que no hay posibilidades.
El timbre suena, es hora de cerrar promedios

Lágrimas, segunda parte

Entro a cuarto año. Todos están parados. Los hago sentar, saludo y comienzo a cerrar promedios. Como siempre caen como tres chicos o más con trabajos viejos, que pedí en clases anteriores. Los recibo para darle una oportunidad. Los corrijo a la pasada y a todos les pongo un punto menos por entregar tarde, pero todos aprueban.
También recibo los cuadernos de ortografía, un proyecto de la escuela que dice que todos los alumnos deben presentar al final de cada cuatrimestre un cuaderno con todas las palabras mal escritas repetidas en tres renglones. Es un bajón para ellos y para mí. Pero este año me olvidé de pedirlo con anticipación, así que solo les exijo a los alumnos que le hacen falta nota.
Todos se quieren amontonar alrededor del escritorio, pero le doy una consigna y se ponen a trabajar, o por lo menos intentan.
V, una alumna que me persiguió todo el cuatrimestre para levantar la nota, es mi secretaria junto a otro alumno que no recuerdo su nombre pero que apoya fervientemente al campo. Es obvio, su familia vive de ello. El hijo del productor agropecuario es mucho más eficiente que V.
Cierro el primer promedio, es de R, sumo y da cinco con cincuenta, desaprobado. Me da cosa bocharlo, le pregunto si trajo el cuaderno de ortografía y me dice que pensó que llegaba con la nota y que por eso no lo hizo.
Le pongo la nota, y le digo, no te preocupes, lo podes levantar fácil.
Eso dicen todos lo profe, me contesta.
A pesar de que son muchos, son grandes y no hay esa pelea por una mayor nota. Salvo excepciones reciben si críticas su notas.
La mayoría aprueba.




La tarde

Tengo que cerrar promedio con los chicos de segundo año. Entre todos los cursos, es el que más me gusta. Son pocos, y con sus diferencias los quiero mucho.
Ayer le pedí que traigan el cuaderno de ortografía. Le dije que como era poco el tiempo que tenían se le iba a evaluar la responsabilidad antes que el contenido. Para pasarlo en limpio, con solo traer el cuaderno, como sea aprueban. Pero sino lo traían le tenía que poner un uno.
Llego y están todos caminando. Le digo que se sienten, no me hacen caso. En ese sentido soy un mal profesor, me cuesta poner orden. Todos mis cursos llegan al caos rápidamente. Me permito hacer bromas. Llego el profesor le digo, por si no se dieron cuenta. Los saludos, solo dos chicas me responden el saludo. Los chicos, con los cuales me llevo bastante bien se levantan para darme la mano.
Acomodo mi bolso en la silla y pido los cuadernos de ortografía. Casi la mitad no lo trajo.
Le digo que no queda otra que ponerle un uno a cada uno. La buena relación, la confianza se empieza a romper en un segundo.

Lágrimas, tercera parte

- Usted no nos dijo nada, dice R.
- Ayer le dije.
- Bueno, no escuche, dice L.
- El profe avisó ayer. Me defiende R.

Doy por terminada la cuestión y comienzo a cerrar los promedios. Arrancó con los chicos que entregaron el cuaderno. A todos los apruebo pero vario la nota entre siete y nueve, según la presentación. F, me trae su cuaderno, tiene dos tres y un ocho. Pongame un nueve me dice, para levantar. Pienso que mejoró mucho, y este último tiempo se esmeró para levantar la nota. El cuaderno no está mal, pero ya puse notas más bajas a cuadernos iguales. No pienso mucho. Le pongo el nueve y le cierro el promedio.
Las chicas estudiosas de adelante, que siempre me convidan mentitas y las cuales me cuentan lo que pasa en el curso pegan el grito en el cielo. Especialmente Y, que dice que regale la nota, que esto es cualquier cosa. La mando a su banco. No me extraña de Y, es una chica estudiosa a la cuál le importa mucho la nota. Pero de atrás salta M, uno de los chicos con el cual estoy constantemente hablando para que se ponga las pilas en todas las materias. Repite por segunda vez y corre el riesgo, si no pasa de año, de sentir el denominado fracaso escolar y la sobreedad.
También salta A y T, se quejan, no lo puedo creer. Pienso que es broma, pero siguen quejándose y acusando a F de vaga, igual que Y y sus amigas de adelante.
Mientras tanto, B sigue rogándome que no le ponga el uno, igual que R, que trata de convencerme mostrándome sus ojos color miel y poniendo cara de ángel. Reconozco que R se expresa bastante bien. Pero en todo el cuatrimestre no mostró interés. Se lo explico, me lo reconoce y vuelve a su banco.
Pero la cosa sigue, A, M y T se siguen quejando. Toca el timbre y ya le puse el uno a todos lo que no trajeron el cuaderno.
Salgo al recreo y le pregunto a M, si es verdad que esta enojado. No lo puedo creer, le digo. No me contesta.

Lágrimas, última parte


Pasa el recreo y vuelvo a segundo. Termino de cerrar los promedios.
La actitud de los chicos me molesto, y mucho. No me gusta que sean tan llorones por la nota.
Intento hablar, pero se siguen quejando, y me saca que R y S miren por la ventana cuando le digo porque le puse un nueve a F.

- Escucho con los oídos, no con lo ojos, listo, me responde R.
- Usted ya habla con todo cerrado, agrega S.

Pienso que se me fue todo de las manos. Tal vez debería haberles puesto la misma nota a todos. Pero pregunto enojado si tanto importa la nota cuando ya están aprobados.

- Claro que importa, uno se mata estudiando para que después le regalen la nota a una que no hace nada, esto es injusto, dice exaltado M.
- Si, agrega A.
- Profe, le doy mi cuaderno y bajeme la nota si quiere, dice F.
- No quiero bajarte la nota, digo.
- Voy a hablar con el Director, salta de adelante Y.
- Bueno, vaya y hable, digo ya enojado.
- Si yo también, no puede ser que a nosotras nos pongan un uno por no traer un simple cuaderno. Por lo menos que sea una prueba, dice L.
- Chicos, le puse el nueve a F porque ahí también agregué la nota de concepto. Entendí que ella se esforzó lo suficiente…

No me dejan terminar, y lo que empezó como un simple reclamo se vuelve insoportable, por lo menos para mí.
Vuelvo otra vez con la idea de que la nota no es tan importante, pero T exaltado me corrige.

- Claro que es importante, sirve para no desaprobar el próximo cuatrimestre. Porque si me va mal el próximo cuatrimestre, tengo la nota que me salva del primero.
- Eso es mentira, aunque te ponga un diez, si después te sacas un cinco en la segunda etapa te vas a rendir y todos los saben. Además T, todo el año pasado estuviste llorando para llegar a un seis y ahora te enojas por que te puse siete y no ocho.

B se queja de vuelta por el uno, igual que R, L y S. Quiero explicar que lo que se evaluó era la responsabilidad con la materia, pero no me escuchan.

- Listo, se acabo el tema, digo.

Vuelvo al escritorio y acomodo mis cosas. Lo veo a todos con caras desafiantes, menos a las chicas del fondo que fueron las únicas que me apoyaron. Me muerdo los labios y miro para abajo. No aguanto más, miro el pizarrón y siento como mis ojos se llenan de lágrimas.

jueves, 19 de junio de 2008

Me quieren echar

S, que es un chico petiso con cara de pobre angelito, le pega una patada en el culo a N, que es una chica flaca y alta con cara de picara. N le devuelve la patada y se va para atrás. S, la sigue. Me acerco y lo agarro del brazo para detenerlo. La patada queda en el aire.
- Qué les pasa, pregunto con voz firme.
No me contestan. Los amenazo con ponerle amonestaciones. Del brazo lo llevo a S a su banco y lo siento. Nadie me dijo que a un menor no se le puede poner un dedo encima.

Me quieren echar, parte dos

La estrategia del profe bueno no da resultado. El curso es un descontrol. Me acuerdo de un profesor de mi secundaria. Un pelado, totalmente desquiciado. Si hablabas en clase, te miraba fijo, te puteaba, te retaba a pelear afuera. En sus horas no hablaba nadie.
Pienso en usar esa experiencia, obviamente adaptado a esta época.

Entro al curso, J que no habla, grita, esta peleando con un chico que se sienta adelante. Lo mando a su lugar. Saludo. Copio en el pizarrón y les doy consignas. Trabajan en grupo. Pero la mitad hace las actividades y la otra mitad grita, pelea, se para y camina de un lado a otro, quieren salir del curso. Pego dos gritos y le pregunto que les pasa. Uso el plan b, y los reto de a uno. Los amenazo con voz firme, J vuelve a gritar y molesta a un compañero de adelante, entonces me acerco, y a unos metros del oído le digo:
- No te paràs mas.
Me hace caso y se vuelve a su lugar. B, lo mira y le hace un gesto de cómo te cagaste con el profe o cuidado que se enojo en serio.
Por dentro pienso que funciona la estrategia pero el curso sigue molestando. Grito de vuelta y siento el dolor de mi garganta. Desde el lunes que tengo la garganta tomada.
Los chicos siguen enloquecidos, no le importa el practico, ni mis gritos y menos las amenazas de ponerle uno al que siga molestando. S, ya me tiene harto, está atrás molestando con M. lo traigo para adelante del brazo y lo amenazo como lo hice con J. Pero el petiso, cara de pobre angelito, me desafía. No me toques, me dice. Y saca el brazo. L, la hija del policía me dice, no nos puede tratar así, somos personas igual que usted. Otra alumna repite lo mismo, y agrega que no grite más. Me doy cuenta, por lo comentarios y la actitud del curso, que me equivoqué. Es hora de pedir perdón.

Me quieren echar, parte tres

Me paro junto a la única estufa eléctrica que tiene el curso. Nos escuchemos, digo. Veamos de que manera podemos solucionar todo esto. Algunos quieren participar, otros en cambio siguen riendo.
Cuando hablo, me escuchan, digo.
Hacen silencio. L, la hija del policía toma la voz.
Somos personas, y tenemos derecho a hablar, además por qué nos quieren cambiar. Si S es así, por que hay que cambiarlo. Si lo mismo después estudia. Igual que O, que es un bocho, el anda gritando por la vida y es un machista, pero bueno es así…
El comentario me deja de cara. Sus compañeros la aplauden. Después otros toman la palabra, hasta que toca el timbre.
Me cruzo al curso del frente, sin recreo voy al otro primero. Pero todo es distinto. Son mucho más tranquilos. Entrego unos prácticos, leemos unos cuentos, limpiamos el curso, salimos a formar.

Después de izar la bandera, los chicos salen hacia los colectivos. La vice, me llama y me pregunta:

- Cómo te fue con primero
- Mal, respondo.
- Te cuesta primero, dice.
- Si, no encuentro la forma.
- De eso te quería hablar. Mira, le celadora me dijo que uno de los chicos te acuso que lo agarraste del brazo.

Pienso en S, cuando le estaba pegando a N y le explico a la Vice. Con voz tierna, pero firme me dice.

- Tene cuidado. En los cursos de lesgilaciòn que hicimos, aprendimos que al chico no se le puede poner un dedo encima. Si esto se sabe, o los chicos te acusan, se puede armar un problema para todos. En la escuela ya echaron a un profesor que tocaba a las chicas.
- Pero yo solo lo saque para que no pelee.
- Bueno, pero tene cuidado.

martes, 17 de junio de 2008

Por Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo.

Qué duro es sentirse minoría en un país de falsas mayorías. Qué duro es ver que el gobierno nacional y los ruralistas luchan entre sí cuando son cómplices necesarios del país sojero. Qué duro es ver cacerolas relucientes y llenas de soja RR en el asfalto civilizado de Buenos Aires. Que duro es ver las cacerolas renegridas y sin tierra de los campesinos de Santiago del Estero.

Que duro es ver a los estudiantes de universidades argentinas con sus carteles de apoyo a los ruralistas en huelga, como si Monsanto y el Che Guevara pudierandarse la mano. Que duro es recordar que esas cacerolas relucientes,esos estudiantes movilizados y esas familias temerosas deldesabastecimiento no salieron a la calle cuando los terratenientes deeste siglo XXI expulsaron a familias y pueblos enteros para plantar susoja maldita. Qué duro es ver la furia ruralista al amparo de reyessojeros como el Grupo Grobocopatel. Qué duro es ver el rostro resecode Doña Juana expulsada, de doña Juana sin tierra, de doña Juana consus muertos bajo la soja.

Qué duro es ver que se cortan las rutas para que China y Europa no dejen de tener soja fresca, y para que Monsanto no deje de vender sus semillas y sus agroquímicos. Qué duro es comprobar, con los dientes apretados, y con el corazón desierto y sin bosques, que nadie habló en nombre de los indígenas expulsados de sus territorios, de sus plantas medicinales, de su cultura y de su tiempo para que la soja y el glifosato sean los nuevos algarrobos y los nuevos duendes del monte. Qué duro es ver con las manos y tocar con los ojos que nadie habló en nombre de los campesinos echados atopadora limpia, a bastonazos y a decisiones judiciales sin justicia para que ingresen el endosulfán, las promotoras de Basf y las palas mecánicas con aire acondicionado.

Qué duro es saber que nadie habló en nombre del suelo destruido por la soja y por el cóctel de plaguicidas.Qué duro es comprobar que muchos productores, gobiernos y ciudadanos no saben que los suelos solo son fabricados por los bosques y ambientes nativos, y nunca por los cultivos industriales. Qué duro es saber que para fabricar 2,5 centímetros de suelo en ambientes templados hacen falta de 700 a 1200 años, y que la soja los romperá en mucho menos tiempo. Qué duro es recordar que el 80% de los bosques nativos ya fue destrozado, y que funcionarios y productores no ven o no quieren ver que la única forma de tener un país más sustentable es conservar al mismo tiempo superficies equivalentes de ambientes naturales y de cultivos diversificados.

Qué duro es observar cómo se extingue el campesino que convivía con el monte, y cómo lo reemplaza una gran empresa agrícola que empieza irónicamente sus actividades destruyendo ese monte. Qué duro es ver que el monocultivo de la soja refleja el monocultivo de cerebros, la ineptitud de los funcionarios públicos y el silencio de la gente buena. Qué duro es saber que miles de Argentinos están expuestos a las bajas dosis de plaguicidas, y que miles de personas enferman y mueren para que China y Europa puedan alimentar su ganado con soja. Qué duro es saber que las bajas dosis deglifosato, endosulfán, 2,4 D y otros plaguicidas pueden alterar el sistema hormonal de bebés, niños, adolescentes y adultos, y que no sabemos cuántos de ellos enfermaron y murieron por culpa de las bajas dosis porque el estado no hace estudios epidemiológicos.

Qué duro es saber que los bosques y ambientes nativos se desmoronan, que las cuencas hídricas donde se fabrica el agua son invadidas por cultivos,y que Argentina está exportando su genocidio sojero a la Amazonia Boliviana. Qué duro es comprobar que las cacerolas relucientes son más fáciles de sacar que las topadoras y el monocultivo. Qué duro es comprobar que en nombre de las exportaciones se violan todos los días,impunemente, los derechos de generaciones de Argentinos que todavía no nacieron. Qué duro es ver las imágenes por televisión, los piquetes y las cacerolas mientras las almas sin tierra de los campesinos y los indígenas no tienen imágenes, ni piquetes, ni cacerolas que los defiendan.

Qué duro es comprobar que estas reflexiones escritas a medianoche solo circularán en la casi clandestinidad mientras Monsanto gira sus divisas a Estados Unidos, mientras las topadoras desmontan miles de hectáreas en nuestro chaco semiárido para que rápidamente tengamos 19 millones de hectáreas plantadas con soja, y mientras miles de niños argentinos duermen sin saber que su sangre tiene plaguicidas,y que su país alguna vez tuvo bosques que fabricaban suelo y conservaban agua. Muy cerca de ellos las cacerolas abolladas vuelven a la cocina.

lunes, 16 de junio de 2008

Las cacerolas

Hoy me llegaron dos mensajes de texto donde me invitaban a sumarme a la manifestación en contra del Gobierno nacional y a favor del campo. El primer mensaje lo conteste, era de una novia de un gran amigo.Escribí: No adhiero a la protesta. Sí a la democracia.Al rato me contestó: Los Kirchner no son la democracia.A lo que yo dije: El campo, con los sojeros a la cabeza y con Duhalde manejando los hilos tampoco son la democracia.Mi interlocutora volvió a contestar y me dijo que no todos eran sojeros, y que el quiera oir que oiga.Ese fue el último mensaje. Al rato me llegó el segundo con la misma invitación. No quise contestar, lo mandaba la Vicedirectora.Cerca de las ocho, cuando estaba corrigiendo, comenzaron los primeros bocinazos. Salí al balcón y había un montón de estudiantes con las luces apagadas y golpeando cacerolas.Me quede mirando las ganas con la que sonaban esas cacerolas, de paso me putie con un vecino del decimo, que me dijo que protestaba porque el vivía del campo, y que no grite más. Mi novia me cerró el balcón y se metió adentro deseando que dejen de hacer ruido.Volví a la computadora y abrí un mail que recibí la noche anterior, me lo había enviado una tal Lucy y en el asunto decía: "otra voz en medio de tanto ruido". Era un poema del Dr. Raúl A. Montenegro.
Antes de dormir cambie unas cosas del blog, y en el chat me encontré con Rodrigo, un amigo de la facultad que siempre estuvo un paso adelante en temas tecnológicos. Me dijo que no hace falta que hables solo de la escuela, podes hablar de otras cosas como de lo que pasó hoy, y fue por él que escribí estas líneas, y abajo voy a publicar el Poema de Montenegro. Antes, para sacarme el bajon estaba leyendo frases de Marcelos Bielsa, ahora, estoy escribiendo.

domingo, 15 de junio de 2008

Descontrol, parte tres

Quiero saber cuanto falta para que toque el timbre, pero no tengo reloj, y no quiero sacar el celular. La escuela le tiene prohibido a los chicos venir con celular a la escuela, aunque nadie hace caso.

Pregunto la hora, todavía falta y los gritos siguen, J sigue gritando, ya me canso, le llamo la atención otra vez. En el fondo dos alumnas me hablan para que le explique por décima vez como tienen que hacer el práctico. Pongo todo el esmero para que me entiendan, pero cuando las chicas van entendiendo, J vuelve a gritar y le saca una lapicera a M. No aguanto más, voy hacía adelante y lo mando con la celadora. Me duele la cabeza. Vuelvo con las chicas, le explico y veo que por primera vez el curso está en relativo orden. Aprovecho la tranquilidad para llenar el libro de temas. Me fijo que hace como seis clases estamos con el mismo tema. Pienso, luego escribo.

Me concentro en el libro de temas y escucho un grito. L, una de las mejores alumnas esta levantada amenazando a F, el hincha de Racing de Nueva Italia. Le llamo la atención a L para que se calme. Sentate, le digo. Me hace caso, pero al rato se repite la misma escena pero con más furia por parte de L. Los chicos se paran y dicen pelea, pelea. Me acerco y le digo todos que se sienten.

- Que pasa acá, pregunto.

L no dice nada pero su compañera de banco sí.

- F, esta insultando a su padre, me cuenta.

La obligo a L que se siente y mire hacia delante, y a F que se quede callado en su banco y los demás chicos que sigan trabajando. El timbre suena, y siento un gran alivio. Todos salen menos L, su compañera de banco, y F. L se acerca hacía mi escritorio y me pregunta si pueden hablar conmigo, esta nerviosa.

- ¿Qué paso L?, pregunto.
- F, insultó a mi papá. El no sabe nada, si insulta a mi mamá no me importa, pero a mi papá si.
Sus ojos se llenan de lágrimas y respira intensamente. No se que decirle, solo que se calme, pero L continua.

- El no sabe lo que es darle un beso a tu papá y no saber si lo vas a volver a ver. Mi papá es policía profe, y la otra casi lo pierdo porque gente como esta casi lo mata. El no sabe nada, profe tiene que hacer algo.
- L, cálmese por favor. No se ponga así, la entiendo. Pero uno hace lo que puede.
- Pero usted es el profesor, imponga autoridad, ponga amonestaciones.
- Uno hace lo puede, cuantas veces los hable a tus compañeros, además no es solo mi materia. La dirección hablo con casi todos los padres, y tus compañeros no cambian.

L sigue llorando, maldiciendo a F y hablando de su papá. F está en la puerta escuchando todo. Lo llamo con voz firme y cara de enojado.

- ¡¿Que te pasa F, porque le insultas el padre a tu compañera?!.
- Dije lo que sentía profe.
- ¿Cómo?
- Si profe, dije lo que sentía, la policía es opresión y represión.
- Que sabes vos, dice L enojada y sale con su compañera de banco.

Salgo del curso hablando con F, aconsejándole que no se meta en problemas y aún sorprendido por sus sentimientos de opresión y represión. Caminamos por el pasillo y L junto a cuatro amigas de otro curso vienen directo a F para insultarlo y acusarme que no hago nada para defender a L.
Lo llevo a F a un costado, lejos del grupo de chicas y le digo que no se meta más con L.
Entro a la sala de profesores, me sirvo un vaso de agua y me siento. No pasan ni medio minuto que por la puerta aparece un amigo de F y me cuenta desesperado que L y su grupo de amiga le esta pegando a F.

jueves, 12 de junio de 2008

Descontrol, parte dos

-De pie, digo.
-De pie!, grito.
- De pie, grito de nuevo.
Los chicos me hacen caso. Sinceramente no se que hacer, recuerdo los consejos de la Vicedirectora: "a este curso no hay que dejarle pasar nada", entonces grito como nunca antes lo había echo en mis meses de docencia.

- No se hagan los vivos, cuando toca el timbre todos me tienen que esperar adentro, o acaso yo les robo su tiempo cuando toca el timbre para el recreo. Que sea la últma vez.
- La profe de Bilogia nos hizo quedar en el recreo, dice con esa voz de niño bueno A.
- Pero conmigo no!, buenos días, tomen asiento.

Los chicos se sientan, pero me doy cuenta que los gritos no funcionan. Los separo en grupo para terminen de hacer un práctico. Pero es lo que menos hacen.
Un grupo de chicas se rie, vuelve el descontrol, me digo. Aunque a mi me gusta el descontrol, me da la sensanción que los chicos se sienten más libre, pero lamentablemente, la escuela, los directivos, los profesores y hasta los mismo alumnos te exigen orden. Así que empiezo de uno a llamarle la atención.
S, que ya volvió lo hablo.
- En que quedamos la otra vez, le digo.
no me responde.
- Te agarraste a las patadas con una compañera, y me prometiste que si no decia nada en dirección te ibas a portar bien. No dije nada en dirrección, yo cumpli ahora te toca cumplir a vos, le digo.
- Bueno Profe, me dice y se queda callado.

Algunos chicos trabajan, otros conversan y otras gritan.

Las que gritan son un grupo de cuatro chicas que dedican su tiempo a charlar entre ellas y escribir cartas para M, un rubio que se sienta al último.
Para que trabajen le saco uno de los papeles, lo estoy por tirar, pero mi curiosidad me vence y lo leo, frente a todos, dice: M que lindo que sos, si queres te hago todo lo que quieras y te re cojo.
Las chicas gritan, M se levanta y me muestra otro papel, todo se vuelve más caotico. Trato de calmar la situación, haciendome el toto y diciendole a las chicas que trabajen, pero A, el mismo que hablo al principio está a los golpes con O. Los separo, estamos jugando me dicen. Pero apenas se sientan, escucho los gritos de J. No sabe hablar de otra forma.
- Che otaria, te voy a matar, le dice a una compañera.
- Habla bien, le digo.
- Yo hablo así.
- Aca vas a hablar bien, digo ya caliente.

Otra vez A esta a los manotazos con otro compañero. Voy para atrás a separarlo de vuelta y las cuatro chicas cuelven a gritar. Otra vez escucho los insutos de J. No se para que lado ir.
Al fin todos se sientan. Pero la tranquilidad dura poco. A, M, F, se rien de las cuatro chicas porque a una se le ve la bombacha, A grita se te ve la tanga, los pibes estan totalmente descontrolados, y tienen apenas 13 años.
- Profe Grite, me dice M, que se acomoda los lentes y sigue trabajando.

Pregunto la hora, todavía falta un montón y hoy tengo tres horas seguidas con este curso.

Descontrol, parte 1

El timbre suena una vez, es para los alumnos. Al minuto vuelve a sonar, es para los profesores. Salgo para el curso pero me encuentro con una profe a la cual tengo que darle unos papeles. Lo busco en mi bolso, entre los libros, me demoro, al final lo encuentro, pero ya es tarde, todos los cursos ya están adentro, menos al que voy.
Paso la celaduría y en el patio veo a medio curso afuera, sentados en los canteros.
Llego a la puerta y me paro para que todos entren, pero nadie quiere entrar. Todo se complica, porque el curso de al lado está en hora libre y se vienen hacía la puerta de mi curso.
Entren, digo, y algunos entran pero se llevan consigo a dos chicas del otro curso a la fuerza, afuera todavía queda gente que se esconden detrás de los canteros. Grito y recién me hacen caso, pero el alboroto comienza, mientras los chicos entran, las chicas del otro curso quieren salir, sumado a los empujones y que la puerta está abierta solo a la mitad, todo se trasforma en un choque de cuerpos y gritos. Todo pasa, mientras los chicos en hora libre miran y quieren meterse para ser parte de este descontrol, pero los mando para su curso. Me hacen caso, son más grandes y nos llevamos bien, en cambio primero sigue empujando.
Pasó y cierro la puerta.
Afuera, quedan dos chicos, me dice uno.
Ya lo se, respondo.
La puerta se abre y son S y M que quieren pasar, para ese momento ya estoy completamente enojado así que ni los dejo que pisen el curso.
Con voz firme, le digo, se van con la Celadora.
S y M hacen caso, respiro, pero solo es el principio.

martes, 10 de junio de 2008

Que mal comienzo

Muy Buenos Días Chicos

Así es como saludo a los chicos de primer año. Es una forma de entrar de una manera más agradable al curso. Reconozco que a veces funciona y a veces no, y cada día es una lucha para que los chicos presten atención y para que yo pueda captar su interes con el tema.