martes, 24 de junio de 2008

Lágrimas, segunda parte

Entro a cuarto año. Todos están parados. Los hago sentar, saludo y comienzo a cerrar promedios. Como siempre caen como tres chicos o más con trabajos viejos, que pedí en clases anteriores. Los recibo para darle una oportunidad. Los corrijo a la pasada y a todos les pongo un punto menos por entregar tarde, pero todos aprueban.
También recibo los cuadernos de ortografía, un proyecto de la escuela que dice que todos los alumnos deben presentar al final de cada cuatrimestre un cuaderno con todas las palabras mal escritas repetidas en tres renglones. Es un bajón para ellos y para mí. Pero este año me olvidé de pedirlo con anticipación, así que solo les exijo a los alumnos que le hacen falta nota.
Todos se quieren amontonar alrededor del escritorio, pero le doy una consigna y se ponen a trabajar, o por lo menos intentan.
V, una alumna que me persiguió todo el cuatrimestre para levantar la nota, es mi secretaria junto a otro alumno que no recuerdo su nombre pero que apoya fervientemente al campo. Es obvio, su familia vive de ello. El hijo del productor agropecuario es mucho más eficiente que V.
Cierro el primer promedio, es de R, sumo y da cinco con cincuenta, desaprobado. Me da cosa bocharlo, le pregunto si trajo el cuaderno de ortografía y me dice que pensó que llegaba con la nota y que por eso no lo hizo.
Le pongo la nota, y le digo, no te preocupes, lo podes levantar fácil.
Eso dicen todos lo profe, me contesta.
A pesar de que son muchos, son grandes y no hay esa pelea por una mayor nota. Salvo excepciones reciben si críticas su notas.
La mayoría aprueba.




La tarde

Tengo que cerrar promedio con los chicos de segundo año. Entre todos los cursos, es el que más me gusta. Son pocos, y con sus diferencias los quiero mucho.
Ayer le pedí que traigan el cuaderno de ortografía. Le dije que como era poco el tiempo que tenían se le iba a evaluar la responsabilidad antes que el contenido. Para pasarlo en limpio, con solo traer el cuaderno, como sea aprueban. Pero sino lo traían le tenía que poner un uno.
Llego y están todos caminando. Le digo que se sienten, no me hacen caso. En ese sentido soy un mal profesor, me cuesta poner orden. Todos mis cursos llegan al caos rápidamente. Me permito hacer bromas. Llego el profesor le digo, por si no se dieron cuenta. Los saludos, solo dos chicas me responden el saludo. Los chicos, con los cuales me llevo bastante bien se levantan para darme la mano.
Acomodo mi bolso en la silla y pido los cuadernos de ortografía. Casi la mitad no lo trajo.
Le digo que no queda otra que ponerle un uno a cada uno. La buena relación, la confianza se empieza a romper en un segundo.

No hay comentarios: