Yo tenía una voz que me hablaba todo el tiempo. Me carcomía el cerebro y no me dejaba tranquilo en ningún momento. Andaba en colectivos y la voz me hablaba, caminaba por el boulevard donde viven mis viejos y la voz aparecía de golpe y me seguía contando cosas. A veces entre sueño la voz me despertaba. Era como tener una personita pequeña en el cerebro que no se cansa de hablar. Así era esa voz.
Finalmente me sentaba frente al monitor y la voz dejaba de gritarme y susurraba como una caricia, entonces la historia comenzaba a aparecer y eran las dos de la mañana y escribía, las tres y escrbía, las cuatro y seguía. Las teclas sonaban y no volvía a leer lo que había escrito porque la voz no me lo permitía, me decía que siguiera hacía adelante y yo seguía. Todo fluía como una pequeña cascada que llenaba un estanque y ese estanque era el cuento, o un pedazo de novela totalmente imperfecto pero real. Después lo trabajaba, mucho, le pedía a otros escritores que me ayudaran. Pero la sustancia ya estaba, la historia ya estaba.
Ahora eescribo un pàrrafo de cuatro líneas por día y miro el monitor y la voz no aparece. Nadie me habla. Al otro día corrigo el mismo párrafo y le agrego una línea más o dos y escribo de golpe otro párrafo y lo borro de una. Ya no sé que es lo que esta bien y lo que esta mal y cada palabra la pienso miles de segundo. Antes escribía y no pensaba. Lo voz lo hacía por mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario