Nos subimos a un remis blanco, los tres y Mencho dice, vamos, vamos, vos sabes dónde conseguir.
- ¿Qué quieren?, pregunta el remisero.
- Merca y base, dice Mencho. Después me pregunta si tengo guita.
Vamos a hacer escupir ese cajero, les digo y partimos hacía el centro.
Pasamos la ruta y agarramos la Warnes. Queda un culo de fernet y lo tiramos por la ventana, para la pacha grito.
Me bajo, entro al cajero saco guita y salgo. Me choco con una señora del Plan trabajar que me dice algo pero no escucho. Ya estoy en el remis. Después de un par de cuadras, recién me fijo si no deje la tarjeta en el cajero.
Pasamos por todo el centro y agarramos la avenida rumbo al cementerio. La calle de tierra nos mueve. Doblamos, pasamos las vías y nos miramos. De acá comprábamos hasta que Pancho saltó la loma con su auto y choco con un tractor; y los pibes que nos vendían nos quisieron chorear y para colmo ni un gramo de droga nos dieron..
- Denme la plata, dice el remisero.
Saco cuarenta mangos. Ocho papeles le digo y Mencho salta, compra base también. Bueno seis de merca y dos de base.
El remisero se baja, abre el portón y entra a la casa. Al rato sale.
Nos da los papeles, se sube al auto y pregunta a dónde vamos.
- A un hotel, dice Mencho.
Partimos para el otro lado de la ciudad. Antes compramos cervezas y parisienes. Tomamos mientras la ciudad despierta y nosotros seguimos aún sin dormir.
Llegamos a un telo que queda sobre la ruta camino a Bolivia, de donde viene toda la merca, las más rica, la más pura.
El portón se abre y pasamos a una de las piezas.
Le decimos al remisero que se baje con nosotros pero no quiere. Vengo cuando termine el turno, nos dice y se va.
Entramos y prendo la tv, dos rubias tetonas gritan desaforadamente y el Pájaro comienza a preparar las líneas.
Me persigo, me fijo si hay cámaras, pienso si nos mandan la cana y después como le explico a mi Tía. Le diré que soy puto, nunca drogadicto. Entonces, sentando en la mesa de luz aspiro una línea armada sobre la lista de precio plastificada, y comienzo a hablar como mujer para que piensen, si alguien nos escucha del otro lado que es un dos contra uno.
La garganta se me pone amarga y Mecho comienza a hablar de la vida mientras prepara su bazooka. Después va a hasta la ventana, la golpea y pide tres cervezas.
Un negro se coje una de las rubias y el Pájaro se mete otra línea.
- ¿Qué queres para la vida?, pregunta Mencho.
- Guita. Recibirme y tener guita, y ser así como vos, que paga todo o como el Gordo. Yo quiero eso. Tener guita y pagarle todos a mis amigos, responde el Pájaro que no para de armar líneas.
- Eso no es la felicidad Pájaro. Explicale, me dice.
- Te respeto Pájaro, si es lo que queres, pero no pienso igual, digo.
- Mira yo soy un infeliz, estudio una carrera de mierda que no me gusta. Pero para mi la felicidad es esto. Que se yo, tener lo mínimo para vivir dignamente y nada más, dice Mencho.
El olor a mierda de la base nos envuelve. Seguimos hablando de cualquier cosa y nos drogamos con tanta intensidad como antes tomábamos. Además el turno es de una hora y media y tenemos que acabarnos todos.
Seguimos hablando de cualquier cosa, y le digo al Pájaro que la traiga a su ex. Apenas lo digo me doy cuenta que me zarpe, y el me mira serio, y me dice: me dolió. Le pido perdón y seguimos aspirando.
El teléfono de la pieza suena y Mencho atiende. Afuera nos buscan, y falta cinco minutos para que termine el turno, nos dicen del otro lado del tubo. Me fijo y lo veo al remisero.
Ya no queda nada y agarramos nuestras cosas y nos vamos. Adentro se quedan el negro con las dos rubias que no paran de gritar.
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